La Placita Carlitos Bala: Un Refugio en la Desidia Municipal

En el corazón de los barrios El Progreso y Consorcio, a las cuatro de la tarde de un domingo cualquiera, se encuentra la plazoleta “Carlitos Bala”. A simple vista, un espacio descuidado, invadido por la maleza y los mosquitos. Sin embargo, para una veintena de niños –los “gurises”, como los llaman aquí–, es un santuario. Entre el yuyal, juegan a la pelota, construyen lazos y, sobre todo, resisten. Resisten al abandono sistemático de un municipio que parece haberlos olvidado.

Estos niños, provenientes de hogares humildes y familias trabajadoras que rodean la placita, encuentran en este espacio reducido un refugio, un lugar para ser niños. Sus padres, testigos silenciosos de este juego improvisado, buscan en él una contención que la sociedad les niega. La placita se convierte así en un símbolo de la familia, el barrio, la cultura y el sentido de pertenencia, un contrapunto al estigma del abandono que se cierne sobre ellos desde temprana edad.

Irónicamente, existen leyes de Ordenamiento Territorial que buscan preservar espacios como la plazoleta “Carlitos Bala”, garantizando la integración en el desarrollo urbano. Leyes que establecen requisitos para el mantenimiento de áreas verdes públicas, promoviendo el bienestar de los habitantes. Pero estas leyes parecen letra muerta en este rincón olvidado de Rosario.

El hastío y la desidia municipal son palpables. La falta de limpieza, la escasez de luminarias, la degradación del medio ambiente son constantes reclamos ignorados. A pesar de ello, los vecinos persisten, usando la placita como un espacio de recreación para sus hijos, como un acto de resistencia, convencidos de que el derecho al juego es inalienable.

La desigualdad es flagrante. Mientras un sector de la comunidad, ubicado sobre la avenida, recibe atención y mantenimiento, el otro lado –donde se encuentra la plazoleta– permanece en el olvido. ¿Será la ubicación geográfica, la falta de visibilidad desde la avenida principal, la razón de esta desigualdad? La pregunta flota en el aire, tan insistente como el zumbido de los mosquitos.

La placita refleja esta inequidad: un solo banco, tres juegos rotos y despintados, un arco deteriorado donde los niños, con una destreza admirable, juegan a ser los héroes del fútbol. Falta agua, los árboles plantados por los vecinos han sido mutilados, y el yuyal se ha apoderado del espacio.

Más allá de la placita, el abandono se extiende por las calles del barrio: barro, basura, postes caídos, un centro integrador abandonado, inseguridad, adicciones… Pero esta nota se centra en la necesidad urgente de devolver a estos niños su derecho a un espacio digno donde jugar, soñar y crecer. Un espacio donde sus padres puedan verlos jugar a la sombra de árboles sanos, bajo la luz de las luminarias, sin tener que reconocerlos por su voz en la oscuridad. Es un llamado a la clase política, a quienes tienen el poder de restituir la confianza y cumplir con las leyes que prometen un desarrollo urbano justo e inclusivo. Es un pedido para que la placita “Carlitos Bala” deje de ser un símbolo de abandono y se convierta en un lugar donde la infancia pueda florecer.
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LA SOBREPOBLACIÓN CANINA EN DIAMANTE: UNA CRISIS QUE EXIGE ACCIÓN URGENTE Diamante, Entre Ríos – La falta de un programa de castración masiva y efectiva en Diamante está generando una crisis de sobrepoblación canina con consecuencias devastadoras para los animales y la salud pública. La situación se agrava ante la inoperatividad de la sala veterinaria municipal durante mayo debido a una retención de servicios, dejando a la comunidad desprotegida. Si bien se contrató un servicio externo con un limitado cupo de 30 castraciones mensuales, la demanda es abrumadoramente superior. Un grupo de voluntarios, que durante años ha trabajado incansablemente para mitigar este problema, solicitó al municipio la realización de una jornada de castración masiva. A pesar de haber asegurado 50 cupos, la iniciativa fue suspendida por falta de autorización del Intendente Ezio Gieco. Esta decisión genera una profunda preocupación, ya que los voluntarios están dispuestos a asumir la logística completa de la jornada, incluyendo la atención pre y post operatoria, así como la provisión de todos los insumos necesarios (gasas, alcohol, jeringas, agujas, guantes estériles, algodón, iodo, doramectina, curabicheras, pipetas, etc.), representando un costo significativo para ellos. El único gasto que recaería sobre el municipio sería el pago de los honorarios profesionales del veterinario. La castración es una solución comprobada, ética, económica y eficaz para controlar la sobrepoblación canina, previniendo enfermedades y mejorando la salud pública. Es una obligación del Estado municipal garantizar el acceso a este servicio fundamental para todos los vecinos. La falta de acción genera un círculo vicioso de abandono, maltrato y muerte en las calles, una realidad que los voluntarios presencian diariamente. Señores funcionarios municipales, la situación es insostenible. El pedido de los voluntarios no es una simple solicitud, sino un clamor ante una crisis que exige una respuesta inmediata. Es necesario un compromiso firme para implementar un programa de castración masiva y sostenida en el tiempo. La comunidad de Diamante, a través de sus voluntarios, demuestra su compromiso con el bienestar animal, esperando una respuesta a la altura de la gravedad de la situación. Es hora de actuar, no solo para controlar la sobrepoblación canina, sino para demostrar un verdadero compromiso con la salud pública y el respeto por la vida animal.Escuchanos por www.h2s3radio.com.ar